Apareciste de repente y el misterio metió gusanos en mi estómago.Y urgencia en mi piel.
Urgencia en mi piel por unir nuestras pieles.
UNA HISTORIA TRISTE.
Cuando Alberto conoció a Cristina se celebraban las fiestas populares y su encuentro coincidió con el último dia de feria, ése en el que se lanzan los fuegos artificiales. Y no sólo eso si no que se conocieron a la hora de los cohetes, cuando el cielo se llena de colores y el olor a pólvora se mezcla con el olor a fiesta. Y Alberto no pudo pensar otra cosa: aquello estaba preparado para ellos.
Para los tres. Porque conoció a Cristina a través de su amante, Elsa, élla fue quien los presentó. Y hubo chispas, y una foto abrazados tirada por Elsa. Y miradas. Y roces y caricias.
Y acabaron los tres en casa de Alberto. Y aunque Alberto tenía manos, besos y palabras para las dos, los celos pudieron con Elsa, aquello no acabó bien. O mejor dicho, aquello se quedó a medias. El deseo roto, el olor a sexo en el aire. Y Cristina se marchó. Alberto tambien se marchó, aunque su cuerpo siguiera junto al de Elsa.
Y pasó el tiempo y no se volvieron a ver; hasta que un dia Alberto y Elsa se encontraron de nuevo, y acabaron en la cama. Y Alberto se dividió y folló con dos mujeres. Allí tambien estaba Cristina. Y fue tanta la energía que Alberto puso que Elsa se quedó profundamente dormida. Y era tanto el deseo de Alberto por Cristina que hurgó por primera vez en su vida en la agenda de un teléfono ajeno. Y se apropió clandestinamente del número... pero no la llamó.
"Ya la veré, ya la veré" se decía Alberto inseguro. Para qué llamarla hoy, mañana lo haré.
Y así pasaron los días. No sé lo que hizo Elsa en todo ese tiempo, ni lo que hizo Cristina.
Entre lágrimas, Alberto me contó lo que le pasó a él.
Una mañana cualquiera el teléfono sonó y era Elsa, sus palabras frias dejaron a Alberto marcado ya para siempre. Cristina se había matado en un accidente de circulación. Sólo eso. Ya está. Por no tener no tenía ni la foto aquella que se hicieron abrazados. Recordó su imagen en su propia cama. Sus piernas de terciopelo, sus nalgas de diosa, su lunar en la mejilla. En ese momento la deseó más que nunca y agarró el teléfono móvil.
Buscó en la "C" y apretó "llamada". La voz grabada y metálica de una operadora le devolvió a la realidad. Acto seguido borró el número y...
...y siguió viviendo.
Aunque a veces, de vez en cuando, piensa en élla.
FIN.
Esta historia os puede resultar moña. Quizás sea porque ocurrió de verdad.
Os quiero y, como dice una buena amiga mia: A follar, a follar que el mundo se va a acabar.
sábado, febrero 09, 2008
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3 comentarios:
No sabrás el nº de algún helicóptero ke haga repartos urgentes.
Qué mal rollo, tío
muy triste sí como dice la cancion: no hay nostalgia peor que la que nunca sucedió.
Pero el final es muy cinefilo.
Anónimo , no sé quien eres pero las clavao. ¿La cancion es del Sabina no?
Uy masolita no me hables de posturas sexuales que ya estoy viejo pal helicoptero.
Un abrazo a los dos.
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