lunes, enero 28, 2008

AFICIÓN.

Su equipo se jugaba la permanencia en primera y eso para él era mucho más importante que llegar puntual a una boda, aunque él fuera el sacerdote que debía oficiarla.

-Uno cero por delante a falta de dos minutos, ¡ Estaba hecho coño ! ¡ Estaba hecho ! seguiríamos en primera.- Pensaba nervioso mientras acababa de arreglarse el atuendo clerical para bodas sin quitar ojo de la pantalla.

-Han pasado diez minutos de las siete Don Miguel, la gente espera, los novios se ponen nerviosos y....- Empezó a decir Antoñito el sacristán.

Don miguel lo interrumpió con autoridad, levantando la mano cual Papa en papamóvil.

-Mira Antoñito, el sacramente del matrimonio es muy importante ¿No querrás que oficie la misa intranquilo, pensando en otra cosa? Algo tan importante como lo es la unión de dos seres enamorados no debe nunca estar sujeto a los caprichos del reloj.-

Los tres pitidos finales se oyeron claros en la sacristía, estaba hecho, el equipo seguiría en primera a pesar de la mala temporada.

-Por contra en el fútbol sí, en el fútbol es el reloj del arbitro el que manda.- Remató la sentencia mirando a Antoñito el sacristán.

El murmullo de la capilla se apagó cuando él entró, a sus setenta años tenía ya muchas bodas a cuesta, muchos entierros y muchos bautizos, la gente no le asustaba y dominaba el altar como si de un escenario se tratara.
Antes de hablar hizo un recorrido con la mirada por la primera fila.

Allí estaban los Sánchez y los Ruiz por una parte y los Mateos y los Pérez por la otra, uniendo su árbol genealógico futuro a través de la boda de sus vástagos.

Ramiro, el patriarca de los Sánchez buscó con la mirada la idem de Don Miguel, levantando discretamente el pulgar de su mano derecha cuando éstas se encontraron. En silencio le decía que estaba hecho, que seguían en primera.

Don Miguel ofició la boda de forma alegre, habló del amor y del paso del tiempo, de anillos y de relojes intrascendentes.
-Aquello no era fútbol.- Acabó diciendo.- El matrimonio era mucho más importante, era sagrado.-

La música del órgano y los aplausos del respetable pusieron fin al acto, Don Miguel paseó por útima vez la mirada entre el público, allí estaban algunas, María la de la mercería y Juana Contreras en la tercera fila y más al fondo también pudo ver a Agustina la Albahaca.

Al día siguiente se sentó a esperar frente a la televisión, miró su reloj, cinco minutos para el comienzo de Estudio Estadio, cinco minutos para recordar a aquellas mujeres, su afición por el Sevilla FC sólo era superada por aquella otra gran afición, aquella por la que todo el pueblo lo conocía como:
Don Miguel, "el pollajierro".

Fin.

EL SUSURRO DEL CANAL I.

El sol nos decía adios y ninguna de nuestras destartaladas bicicletas llevaba luz o faros.Todavía ibamos por el camino de tierra y no había peligro pero pronto tendríamos que enfilar la carretera exponiendo la vida a la suerte, a la mala o a la buena suerte, eso si queriamos llegar al pueblo, a nuestra casa.Así el astro rey puso el cartel de "cerrado" y la noche acabó por atraparnos en medio del camino, junto al canal.No sé quién lo propuso pero hicimos una parada.Habló primero "El Butanito" que con once años era el mayor de los que ibamos:-Ey tíos, ya mismo llegamos a la carretera y a mi me dan miedo los camiones, yo no sé ustedes pero yo prefiero quedarme aquí hasta mañana, prefiero una paliza de mi padre a que me pille un camión por detrás.--Si llego mañana a mí el mío me mata a correazos.-Dijo Felipe, el más pequeño.-Prefiero morir a correazos que aplastado como una cucaracha por un monstruo de esos, así que Felipito, preparate para pasar frío esta noche, por la mañana te vendrán bien los correazos de tu viejo para quedarte calentito.-Dije yo, poco convencido pues sabía que aquella noche se nos haría pesada como una lápida, pesada como una gran losa fría y dura.A unos cien metros, junto a lo que parecía un descomunal "garrote vil" oxidado pero no era otra cosa que una compuerta para el agua, estaba el antiguo refugio de Diego Corrientes, el bandolero, allí cabríamos los tres y estariamos más protegidos del frío, eso sí, si no acababamos muertos por la pestilencia que imperaba dentro.Butanito encendió su mechero de fumador novato y alumbró el cuartucho.Paredes pintarrajeadas con mierda y, repartida por el suelo la materia prima utilizada por el artista en forma de cagarrutas de todos los tamaños y tonos cromáticos, tonos cromáticos entre el marrón y el negro claro está, bolsas de plástico viejas y vacías y alguna jeringuilla usada por algún yonki rural, el mobiliario de la "suite del canal" estaba a la altura del garito.Los pájaros a la altura de la jaula.Es lo que había... así que buscamos leña y nos dispusimos a echarle arrestos a la noche.


EL SUSURRO DEL CANAL II.

Butanito hizo honor a su nombre y encendió la hoguera, de leña ibamos sobraos, también rocogimos las cagarrutas más apestosas y las echamos fuera del cubil.Al final, entre la iluminación cinemascópica del fuego y el cielo estrellado por techo aquello cobró un tono mágico e irreal, en ese momento me puse a pensar que los correazos paternos posteriores merecerían la pena, aquella situación era nueva y única para nosotros y la verdad es que resultaba emocionante y divertido, como todo peligro controlado.Alrededor del fuego nos abrimos cada uno un hueco entre la yerba.Sólo recuerdo que la conversación fue animada, que especulamos sobre la posibilidad de que la policía nos encontrara y nos imaginamos a nuestras viejas con el moño en la cabeza, en bata, llorando, y a nuestros viejos con la correa en la mano y en calzoncillos blancos.Sólo recuerdo que nos reímos mucho y que poco a poco la conversación fue muriendo hasta que nos quedamos dormidos, sólo recuerdo eso, lo que pasó después sólo fue un sueño.Primero oí gritos, gritos que parecían dar órdenes, después se fueron sumando sonidos, el sonido del golpe de diezmil picos, el sonido del roce con la tierra de diezmil palas, pude oir el ritmo cansino de diezmil martillos golpeando el hierro y pude oir el jadeo triste y cansado de diezmil almas agotadas de no esperar nada.La orquesta sonaba a compás, todo medido, una orquesta formada por músicos esclavos tocando instrumentos mono-tonos y dirigidos con látigo en vez de batuta.La noche fue pasando y la triste melodía fue muriendo.El frío apagó todo sonido, apagado el fuego la helada del amanecer nos despertó.Los tres nos miramos en una mirada imposible, por las legañas, meamos en los rescoldos de la hoguera y nos montamos en las bicis , no hablamos , no hicimos comentario alguno, los tres iniciamos el pedaleo en total silencio, en busca del sol naciente tan luminoso y cálido en aquella parte de las marismas.Sin hablarnos descubrimos que aquella tierra escondía algo... y los tres supimos desde aquella noche que algo oscuro había pasado en ese canal, diezmil voces nos lo decían, no pude contarlas pero sé que eran diezmil, me enteré después, de mayor, cuando a aquel canal le cambiaron el nombre y le pusieron "El Canal de los Presos".

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UN SITIO COMO OTRO CUALQUIERA.

Santamaría no recogió sus cosas como le habían ordenado, por contra se encaminó al despacho del Sr. Barrote con la esperanza de poder convencerlo de que su sitio no podía estar en otra parte, llevaba allí toda la vida y no sabría vivir de otra forma, si hacía falta llegaría a suplicarle.El Sr. Barrote le ofreció asiento y le invitó a coger algún dulce de la mesa: polvorones, mantecados y roscos de vino. Cogió varios y se los metió en el bolsillo.-Son para después...si a usté no le importa claro.--No te preocupes, coge los que quieras. Santamaría, sabes que te tenemos aprecio y que eres toda una institución aquí.--¿Una qué?--Una institución, bueno...olvídalo, el caso es que a pesar del cariño que te tenemos tienes que abandonarnos, tu tiempo aquí acabó, te quedará una paga suficiente como para poder vivir tranquilo. Ahora que se acerca la navidad, en fín... tómatelo como un regalo de Reyes.-Santamaría fue a hablar pero se quedó mudo, como siempre le pasaba en los momentos importantes, el detallado discurso, todas aquellas palabras tan atinadas en su cerebro y que había pensado y ensayado para la ocasión no salieron de su boca y se limitó a pronunciar un tímido:-Quiero quedarme Sr. Barrote.-Pero no hubo manera, ni el par de lagrimones que soltó sirvieron para nada, la suerte estaba echada a no ser, claro está, que hiciera algo al respecto, algo impropio y al límite.Salió del despacho decidido a hacerlo pues de lo contrario lo arrojarían fuera de su propio mundo, tenía que impedirlo a toda costa.-Seguro que todos se ponen de mi parte.-Pensó mientras la idea iba cogiendo forma en su cabeza.-Seguro que sí, el Sr. Barrote no es un hombre querido aquí, yo sí, hasta los guardias de seguridad confían en mí.-Siguió pensando mientras la idea terminaba de gestarse en su cerebro.Cuando el guardia de seguridad Arturo Ripollet se dió cuenta ya era tarde, su pistola ya estaba en las manos de Santamaría y éste ya estaba entrando en el despacho de Manuel Barrote.Los disparos sonaron en todo el centro penitenciario.-Todos estarán conmigo, él no caía bien y yo sólo quería quedarme en donde nací, en mi hogar.-Convencido por sus propios pensamientos, mansamente, dejó que el agente Ripollet lo desarmara recuperando su pistola.Ya en la celda de aislamiento, sentado en una banqueta, se sacó uno de los roscos de vino del bolsillo, lo abrió y lo mordió, el sabor del dulce lo transportó a navidades pasadas, a cuando de niño se lo rifaban las reclusas por tenerlo en brazos.
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CEMENTERIO DE AUTOMÓVILES.

La ciudad se lo come todo, avanza pisando campos cual sarna en la piel de un perro y como ésta no distingue el alimento, granjas, charcas, cultivos, árboles y campesinos son engullidos por igual.En mi ciudad había un cementerio de automóviles que resistió el empuje del hormigón, quedó ahí, en medio, rodeado de edificios de cinco plantas contruidos para la nueva clase media, viviendas familiares para currantes que ya podían tener coche y piso propio con televisón a color, video y armarios empotrados.El cementerio de automóviles se convirtió en parque de recreo infantil para los hijos de los currantes, alli se jugaba a la guerra, a las carreras, al escondite y algunos hasta se hicieron su primera paja, atrincherados en moho y al abrigo de la intimidad que le daba la parte trasera de un citroen panadero declaraban su amor a la herrumbre, a la herrumbre sí, la única hembra que visitaba aquel lugar. Aparte de las ratas.En la noche eran las reinas, las ratas mandaban.El dueño del desguace era tan tosco y duro que pegaba a sus hijos con un cable de acero forrado de plástico, era tan duro que ni el hormigón ni las excavadoras pudieron con él, sólo años más tarde una recortá lo puso en su sitio, dicen algunos que fué uno de sus propios hijos el que le voló los sesos, dicen que lo amordazaron y amarraron sentado en una silla y allí mismo, a bocajarro, le metieron perdigones hasta en el alma.Fuera así o no, le llegó el turno, pagó sus cabronadas y su saña alimentada de acero y plástico.Ahora estará en el otro cementerio, en el de desguaces humanos, el único sitio de mi ciudad por el que el hormigón no ha pasado todavía, así...después del cementerio no hay nada.Desde el infierno...Portero de Noche.
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domingo, enero 27, 2008

PLENOS EN EL PLENO. I

Fué el único momento de tensión, de peligro, Santiago Villacabras, el concejal de parques y jardines había abandonado el Pleno y se había subido a una palmera de cinco metros , allí encaramado y armado con unas tijeras podadoras amenazaba con hacer palmas con el duro suelo del patio del ayuntamiento.
Desde dentro de la barra de la cafetería yo observaba...y reía, a pesar de estar hasta los güevos de poner cafés en la primera hora de la mañana.

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Dos días antes recogí en correos el paquete postal, en mi casa comprobé impaciente el contenido, estaban las camisetas, los discos y estaba también lo más importante, la camisa de lunares, una camisa muy flamenca adornada con cien lunares verdes. Todo correcto, mi primo de Holanda se había comportado como un campeón.

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Santiago Porras y Pepe el Tiritos, los dos agentes de la policía municipal encargados de vigilar el Pleno del ayuntamiento se situaron bajo la palmera, mirando y señalando hacía arriba se desternillaban de risa.

-¡ Que se caiga el concejal, que se caiga el concejal !-Gritaban al unísono y a compás entre carcajadas compulsivas y apretones de mandíbulas. Acto seguido se pusieron a mear en la base de la palmera sin parar de reir.

Estaban escurriéndose la picha los guripas cuando apareció por el patio la Gorda, la concejala de festejos, una especialista en traer a las fiestas del pueblo a los grupos musicales más malos y horteras, la Gorda se quedó parada, mirando a las porras de los pasmas que empezaron a empalmarse.

-Hey Gordita, ¿tú no eres de festejos? pues vente y hacemos una fiesta, mira lo que tenemos aquí para tí, dos rabos municipales para tí solita.-

La gorda concejala movió su cuerpo hacía los policías y cuando estuvo a su altura se puso de rodillas, yo empecé a ponerme cachondo.
La tórrida escena fué interrumpida por el sonido de un grito, un golpe seco, otro grito y un tintineo, el concejal Villacabras y las tijeras podadoras ya estaban en el suelo.

Pero eso sólo era el principio.

-Hey chicos, subid aquí arriba.- la secretaria del Alcalde gritaba alegre y completamente desnuda desde el balcón de la alcaldía.

Los guripas se olvidaron de la gorda y se fueron hacía las escaleras pués Mónica, la secretaria, estaba cañón.
La Gorda por su parte, al verse sola, se fué a por Villacabras que se debatía entre el dolor de la caída y las risas compulsivas, le bajó los pantalones y empezó a chupársela, Villacabras se quedó completamente callado, se ve que la concejala era buena en su trabajo.

Mientras todo esto ocurría en la planta baja, en la idem superior se desarrollaba el Pleno ordinario, gobierno y oposición se enfretaban e insultaban cada semana mientras algunos ciudadanos bostezaban despatarrados en los asientos para el público.Eso es lo que sucedía en un pleno normal, pero el de aquel día era especial y lo de abajo sólo un aperitivo.

Me apreté los machos y me dispuse a subir.

viernes, enero 25, 2008

PLENOS EN EL PLENO. II

Escaleras arriba llegué a la segunda planta de la gran casa señorial que hacía de consistorio.

Un pasillo, flanqueado a mi derecha por grandes cristaleras rodeaba el patío interior formando un gran cuadrado, las cristaleras quedaban a la altura de la Palmera.

Al fondo del pasillo, la puerta del salón de plenos estaba abierta y la gente entraba y salía corriendo y riendo.
El Sr. Torreblanca, alcalde veinte años en el cargo, apareció por el pasillo micro en mano:

-Y yo estoy aquí, aquí, para desirteeee.-Se creía que era Raphael.

Rufete el ordenanzas y Martín Carapeo, pelota oficial del alcalde, le hacían los coros y tocaban al estilo air guitar a su alrededor.

-Y yo estoy aquí , aquí, para quedarmeeee.-Raphael seguía cantando emocionado.

Me fuí acercando a la puerta, a ver que me encontraba dentro.

El capitán Tolosa, jefe de la policía municipal andaba por allí con los pantalones bajados , porra en mano buscaba a alguien a quien sodomizar.

María Pota, concejala de sanidad, había descolgado la bandera de la ciudad haciéndola jirones.
-Vendas, vendas, vendo vendas.-Pregonaba con la mirada perdida.

Zamora, uno de los electricistas del ayuntamiento enredaba con el equipo de megafonía y una caja de discos compactos, de pronto empezó a sonar la música.

-Pajaritos por aquí, pajaritos por allí.- Al son del acordeón de Maria jesus los pájaros se pusieron a bailar.
Entre baile y baile se sodomizaron, cantaron, lo pasaron bien y por fín aquella casa funcionó como debía de ser.
Todo gracias a mi primo...
... y a aquella camisa tan flamenca con cien lunares verdes recien llegada de Holanda.

Fin.