jueves, octubre 29, 2009

ANSELMO, UN POLICÍA MUNICIPAL.

En la radio sonaba el "Toda una vida" por Machín y el olor a Brummel inundaba toda la casa. Bien "afeitaito" y de buen humor Anselmo el municipal se echaba a la calle como cada mañana, su mujer regaba las flores del patio así que ni lo vió salir. Hoy tocaba dirigir el tráfico, antes, un café con leche y un mostachón en lo del Punto, ese bar tan bien colocado junto a la carretera que a algunos clientes les daba por entrar con moto incluida destrozando el local lo mismo que un rayo destroza un árbol en un visto y no visto. Pero ese día todos los parroquianos entraron a pata así que Anselmo se comió el café tranquilamente, se lo comió sí, mostachón mediante*.

Y al tajo, que estaba allí mismo, en la esquina del colegio de los Hermanos Quintero, a un minuto andando desde lo del Punto y al lado mismo de su propia casa. A las ocho y media de la mañana la calle en cuestión era un hervidero, niños y niñas de todas las edades con libros, maletas o mochilas se agolpaban en la acera esperando un gesto de su experta mano que les diera el paso. También trasegaban por allí muchos jóvenes jaleosos camino del Instituto Ruiz Gijón que está igualmente muy cerca. Sin olvidar a los parados y paradas, que se apelotonaban tristemente en la puerta de la oficina de empleo esperando su turno para sellar el cartón del paro.

Y él allí en medio, como Gary Cooper en Solo ante el peligro, o al menos así se sentía.

Se mostraba indiferente ante la cantidad de conductores que, a modo de saludo, tocaban el claxon al pasar a su lado, los años de experiencia le habían enseñado que no había que bajar la guardia en ningún momento, menos en un paso de colegiales. Así que evitaba todo saludo, toda mirada y toda sonrisa que se le pusiera por delante. No había ningún municipal en el pueblo que amara más su trabajo que él. Eso era tan seguro como que él era el más veterano en todo el cuerpo de policía. Tan seguro como que sus jovencitos nuevos compañeros sólo estaban por el sueldo.

Precisamente dos jóvenes municipales iban en el coche patrulla que aparcó a su altura.

Anselmo los miró de reojo: -qué querrán estos pipiolos- se preguntaba mientras sus brazos no paraban de moverse cual aspas de molino. -Y es que no los puedo dejar solos, ya me van a joder la mañana con cualquier problemilla de mierda, inútiles...-

Interrumpió sus pensamientos al sentir el peso de una mano posada en su hombro: -sr. Anselmo, véngase con nosotros que aquí está todo controlado.-

Anselmo no puso ningún pero, no era la primera ni tampoco sería la última vez que lo sacaban de su trabajo de esa forma. Una vez dentro del patrullero el viejo municipal se trasladó a otros tiempos, cavilando. A los tiempos en que no se sentía "solo ante el peligro" y más bien lucía el porte y el poderío del poli aquel tan sucio, un tal Clint Eastwood, ese tio sí que sabía como tratar a la chusma. El trayecto duró poco pues el destino era su propia casa. Ya no sonaba Machín si no el murmullo gallináceo tertuliano de algún programa mañanero de televisión y el olor a Brummel se había transformado en aroma de potaje andaluz. Su mujer esperaba en la puerta con la medicación en las manos.
Uno de los jóvenes policías ayudó a Anselmo a salir del coche, el otro se dirigió a su mujer:
-Señora, cualquier día se lo atropellan.-
-¿Qué quieres que haga hijo si yo ya no puedo con él?- dijo la mujer mientras agarraba del brazo a su marido y lo acompañaba dentro -diez años lleva jubilado y ocho lleva con el alzheimer ¿qué quieres que haga hijo si yo ya no puedo con él?-


Fin.

Mostachón mediante: me refiero al efecto esponja del mostachón. Pa los neófitos en mostachones.

viernes, abril 24, 2009

domingo, enero 25, 2009

Bueno...
Antes de irse, mi amigo Ulises me pidió que le escribiera un monólogo, los que lo conocisteis sabreis que era muy "payasín" y que estaba loco por montarse en un escenario...me lo pidió varias veces, me sugirió el tema y le dije que sí, que lo escribiría para que él lo representara en Misiana. Sabréis también que era sumamente obstinado cuando deseaba algo...yo siempre le decía que conmigo conseguiría mas con "silencios" que con verborrea... y así lo hizo.
El hijoputa se quedó callado, y aquí está lo prometido, nunca es tarde si la pisha es buena. Va por tí Uli y espero que guste.

El AGOSTO EN TARIFA.
Cuando algún coleguita de toda la vida me dice que se viene pa Tarifa y que lo hace en Agosto siempre le digo lo mismo: tío, vete a tomar por culo!
Y es que joder, que vengan cuando quieran pero no en Agosto, en Agosto no.
Y no os vayáis a creer que les contesto de tal forma sólo mirando por mi interés, no, en parte lo hago por ellos, por su bien, porque está bien claro que el Agosto en Tarifa es un puto agobio, seas residente, turista o windsurfero.

Aún así la gente sigue viniendo en masa en Agosto y nuestro pueblín se llena de coches, de gentes y de ruido. Y si nuestro pueblín no explota es porque, oportunamente y de forma bestial, aparece el viento de levante y arrastra con todo y con todos cuando menos se le espera. Ese viento “que se lleva hasta el número de los zapatos”*.

Pero mientras que el levante llega y no llega hay que sufrir así que lo mejor es conocer a las distintas especies humanas que nos visitan para así poder sobrellevar el Agosto de forma digna y sin cometer ningún asesinato (en masa).
De todas las especies que nos llegan los del “club madrileño” se llevan la palma, por pesados, ojo, que yo nací en Madrid y no me siento aludido, así que tú tampoco, entre otras cosas porque estamos en enero y en enero sí que se agradecen las visitas.
Como iba diciendo, a los del “club madrileño” es fácil reconocerlos de inmediato, no por nada si no porque antes de darte las buenas tardes ya te están soltando el típico y manido: “mira es que soy de Madriz y tal, sabes?…” acto seguido, y después de que un servidor les comunique el precio del café que se han tomado mientras miran a las chicas en bikini, te sueltan: ¡joder que caro, ni en la Gran Vía!

-¿Te parece más bonito el paisaje de la Gran Vía que éste?- le suelto al madriles mientras vuelvo la mirada hacia a las pivitas con el mar de fondo.

-Mirándolo de esa forma, sí que puede que lo merezca, sí- me suelta el madriles.

-Entonces cállate o vuélvete otra vez pa Madriz, cacho cabrón- le suelto yo para acabar la conversación.

El siguiente grupo en peligrosidad y pesadez quizás sean los del “club sevillano”, y digo lo mismo que antes, no te sientas aludido que estamos en enero, “mi arma”.
A este espécimen se le reconoce fácilmente sin necesidad de oírle hablar, su indumentaria es inequívoca y delatora, esto es: camisa a rayas finas remangada a la altura del antebrazo, pantalones vaqueros gastados y “sapatos” náuticos del año la pera. Se les puede ver fácilmente y en manada por el bar “ca´curro” trasegando rebujitos y engullendo secreto ibérico.

Otro grupo a tener en cuenta, cada vez más numeroso y altamente peligroso son las despedidas de solter@. Lo mejor en este caso es cambiar de acera o incluso correr cuando estés cerca o te cruces con alguna. Como consuelo nos queda el hecho de que jugamos con ventaja puesto que se les ve de lejos; atención si ves alguna polla de latex flotando en el aire o algún tipo vestido de torero, atención y echa a correr porque seguro que se trate de alguna de esas estúpidas celebraciones.
Otro grupo en crecimiento y altamente contaminante en el sentido acústico son los italianos, hordas de jovenzuelos con apariencia “perro flauta” pero a lo spagueti. Normalmente se dedican a invadir sin ningún tipo de piedad el centro del pueblo. Hablan a gritos y no paran de fumar porros de “apaleao” hechos con largas boquillas de cartón. ¡Que hijoputas!

En fin, que venir en Agosto sólo se lo recomiendo a mis enemigos, que con un poco de suerte (suerte para mi) se quedarán atrapados en la caravana de coches, sí, a eso de las siete de la tarde y de regreso de Punta Paloma
Por todo lo dicho: cógete la tabla, cálzate chanclas, bájate un poco los pantalukis (que se te vean los gayumbos) y vente en MAYO…
Y que no se te olvide el perro…pisha.

Salud.

lunes, octubre 27, 2008

LA CAMISA DE SU ENEMIGO.

Que la mayoría de los gitanos son supersticiosos lo sabe todo el mundo.
El tio Tomás, además de ser el más supersticioso de los gitanos era también el más poderoso de ellos, el jefe de todos los clanes gitanos de la zona y conocido, respetado y temido por todos los clanes gitanos de España. Sus actividad iba desde el control de toda droga que pasaba cerca hasta la falsificación y venta de ropa, pasando por los coches robados o la prostitución de bajo standing. Sólo la organización del tio Salvador le hacía algo de sombra, banda rival que intentaba ampliar negocios en la zona.
Pero el tio Tomás estaba en las últimas. A sus setenta años recién cumplidos estaba ya para poco pues hacía unos meses le había "entrao una coza mala" que lo tenía postrado en cama y que ninguna bruja gitana del lugar acertaba a descubrir y sanar.
Había dado orden a todos sus hombres que buscaran al mejor sanador que hubiera, que buscaran en todas partes del mundo si hiciera falta y que no se escatimaran gastos para ello.
Un mes antes y por temor a que su enfermedad los envalentonara había ordenado eliminar a todos los miembros clave de la organización rival. Una escabechina de sangre y navaja que había acabado en un número de muertos todavía sin determinar pero que contaba ya con nueve entierros rivales y cuatro propios y que había dejado a la otra banda mermada de soldados.
Fue el Risitas, uno de sus sobrinos y soldados. Fue el Risitas, quien después de rajar él solo a cuatro rivales se largó al Sacromonte de Granada a buscarla. Fue él quien la encontró en una cueva rodeada de flores, velas y silencio y fue él quien la trajo de la única manera pósible: con la promesa ineludible de que el Patriarca del clan hiciera lo que élla mandase.
Y así llegó desde Granada, en un mercedes blanco y acompañada por dos melenudos y trajeados jóvenes gitanos.
Dolores "la Bendita" que así se llamaba la mujer de la que hablo era bruja seria, filósofa de la vida por vieja y sabia por lo que sus ojos habían visto. Conocedora profunda del arte ancestral de la brujería, de todos los secretos de las plantas mágicas (así las llamaba élla) y de la combinación de las sustancias esenciales. -En el tamaño de la dosis está el secreto, solía decirse la hechicera a sí misma.-
Nada más entrar en la casa del patriarca, Dolores asintió con la cabeza, lentamente y en silencio. Ya sabía lo que pasaba allí. La Boquerona, gitana malagueña y mujer del patriarca, la recibió y acompañó hasta el dormitorio. El encuentro con él fue frío, se miraron a los ojos y ella abrigó la mano izquierda del viejo gitano entre las suyas. Después de unos segundos en aquella postura la sabia gitana sólo soltó por su boca un simple: -Usted no tiene cura.-
Y le soltó la mano... dejando que cayera inerte sobre la colcha que cubría la cama y a él mismo.
Al tio Tomás se le quedó la jeta blanca como el lavabo de un dentista; el tio Tomás no era tonto y su intuición le decía que aquella gitana arrugada por el paso de cien años no gastaba saliva en balde.
De pronto la Boquerona, sin querer quedarse fuera de la escena y sollozando preguntó si nada se podía hacer por curar a su "marío".
Dolores la Bendita habló: -A este hombre sólo le hubiera salvado vestir la camisa de su enemigo.-
Sólo dijo eso y que -ahora se marchaba otra vez a su cueva, que no podía hacer más por él.- Salió de la casa y se montó de nuevo en el mercedes blanco en dirección a la Alhambra.
El tio Tomás pronunció un nombre a grito, un grito apagado en sus últimas letras por la falta de aliento. Su voz ahogada llamaba al Risitas que, sentado en el salón afilaba su navaja impaciente, esperando alguna orden que le pusiera las pilas. Y la orden llegó.
Una hora después el Risitas volvía a la casa con aspecto cansado, no estaba acostumbrado a fracasar en sus "misiones". Tampoco estaba acostumbrado a aquel tipo de misiones y pensó idiotamente en las misiones de paz de la ONU y ese tipo de cosas que salían por la tele.
Pero ahora estaba en otra cosa, ahora tenía que rendir cuentas al jefe y traía sus manos igual que su cabeza, sin continente aprovechable alguno.
-Tio Tomás mire usté pero allí no quedaba naide vivo, sólo mujeres y unos cuantos churumbeles, pero que ninguno tenía camisa mire usté. Por no tener no tenían ni zapatos en los pinreles. Que le digo yo que allí no queda enemigo al que quitarle la camisa mire usté.-
En ese momento el tio Tomás quiso agarrar al Risitas del cuello para estrangularlo pero del esfuerzo allí que se quedó, a mitad de camino y con las manos tensamente enlazadas, la boca abierta y con el rostro de la parca reflejado en sus ojos. El Risitas se percató del marrón y soltó una risa nerviosa, una risa nerviosa como la que soltaba cada vez que su nariz olfateaba de cerca a la señora muerte.
Soltó la misma risita, la misma que solía soltar cada vez que mandaba a alguien al otro barrio, la soltaba en el mismo momento del pinchazo, ese momento en que el metal toca la piel y del que tan poco sabemos la mayoría de mortales. En ese mismo y letal momento el canalla reía por los nervios, no por otra cosa le llamaban el Risitas.

El teléfono móvil sonó en la guantera del mercedes blanco; en dirección a "Graná" y cerca de ese monte que mira al cielo desde que, aterrado, asistió al suicidio de dos jóvenes enamorados.

Y el melenudo copiloto fue a contestar pero antes le dio tiempo a Dolores a decir algo:
-Ya se lo dije, que no tenía cura.-
El gitano copiloto, melenudo y trajeado se quedaba de piedra mientras la llamada telefónica confirmaba la noticia. Y mirádola a los ojos le soltó un:
-Chacha tú zí que ere una bruja.-

Fin.
Esto es una adaptación muy muy libre de un cuento de esos antiguos que leíamos de chinorris, de esos que venían de Oriente estilo las mil y una noches. Creo que se llamaba "La camisa del hombre féliz" y si alguien sabe algo de su autor o sobre el cuento que me lo diga. Aunque creo que es anónimo. Espero que haya salido algo entretenido al menos. Un beso. Espero que ninguna gitana se me enfade.

domingo, octubre 19, 2008

Vuelvo casi sin volver, os dejo un poema dedicado a mi queridísimo amigo Ulises de Assas. A los que os gusten Los Enemigos notareis cierta similitud con la cancion An-tonio, cosa que no me da reparo en decirla.

A UN TIPO CON ESTILO.

Me ha dicho el Ulises que está muy bien,
allí donde está,
que se revuelca entre flores abiertas
y que el aire huele a lujuria.

Me ha dicho que conserva la sed,
allí donde está,
que de bocado tiene a Dios
y que las birras están bien frías.

Me ha dicho alegre que también hay mar,
alli donde está,
que en la otra orilla también hay “fiestukis”
y que ya prepara la infinita.

Me ha dicho el Ulises que ya tiene zona VIP,
allí donde está,
que se la ha robado en un “plis plas”
…al mismísimo Diablo.

viernes, octubre 10, 2008

Dicen por ahí que las desgracias no vienen solas...
Estoy empezando a creer que es una puta verdad. Hoy mismo se ha ido otro gran amigo para no volver...con cuarenta añitos y lleno de vida, está tan reciente el asunto que me tiemblan los dedos. En cuanto pueda y mejoren los demás os derramo mis lágrimas.

sábado, octubre 04, 2008

CAGON DIOS!
Me toca hablar de mi gran amigo Emilio.No se me ocurre mejor manera de darle homenaje que diciendolo aqui.Y paso de acentos y casi de los puntos y de las comas, me toca hablar de pleno y sin parar.Que es como él vivió.A mi colega Emilio, gaditano de 33 años la parca se lo llevó hace cuatro días, el tio andaba por Sicilia subiendo un monte con Marta , su novia, y va el cabrón y sufre un patatús que lo deja en el sitio.Tardaron dos o tres dias en traerlo y tras pasar por Cádiz y Chiclana sus cenizas vinieron a Tarifa.
Es ahí donde se abrazan los dos mares a donde fuimos a abrazarnos todos para decirle adios, o hasta luego más bien. Junto a al isla de las palomas.El viento estaba de poniente y escuché a alguien decir que era mejor al mediterraneo, que si lo haciamos en la parte del atlantico sus restos volverían a la orilla. Y así lo hicimos, de cara al Mediterráneo.Sus familiares y amigos de siempre sacaron pacharan y vino, y brindamos, y nos dieron las 7 y las 8, y las nueve, y llegó la noche y el cielo se estrelló como nunca.Y el mar brillaba.Cada dos por tres alguien largaba ese "Emilio cabrón" que estuvo en boca de todo el mundo durante estos cuatro dias. Emilio sin tí los veranos de Tarifa no serán lo mismo.Y emilio era un artista, un figura, todo arte en las relaciones humanas, que para mi es el mejor arte. Emilio cabrón te quiero allá donde te hayas largado. Seguro que nos esperas en la otra orilla, para corrernos la última juerga infinita...

PD:Saludos a Valentín y a toda su familia, en especial a su madre por haberlo parido.

domingo, septiembre 21, 2008



POR DOS TALEGAS DE CARACOLES.

Todo el mundo debería saber que la verdad y la mentira van de la mano casi siempre y que no hay historia contada que no esté exenta ni de la una ni de la otra.
Pensando un servidor de esta forma, de lo que me contó Miguel "el Pabilo" sólo me creí la mitad. Eso fue cuando volví a mi ciudad después de treinta años. Mucho tiempo y todo cambiado, sobre todo para el que regresa.
Y aunque parezca mentira lo que menos cambia son las personas. Podemos cambiar de casa, de coche y hasta de familia pero no de carácter. Me refiero a la esencia del carácter.
Y contemplando los cambios del pueblo estaba yo cuando me encontré al Pabilo en plena calle Las Mujeres. Mención especial merece esta calle, denominada en tiempos de Franco con el nombre de un pájaro llamado José Sanjurjo pero rebautizada por la sabiduría popular por ser calle donde las putas ofrecían saciar hambres. Y así fue que se le quedó de nombre Las Mujeres, y así fue que por allí mismo me encontré al viejo Pabilo, con su andar vacilón y los bajos de los pantalones muy por encima de los tobillos, igual de delgado que siempre, o mejor dicho: igual de delgado que hacía treinta años.
El Pabilo no es persona de hablar por hablar así que no fue hasta que le pregunté por Benito el Conejo que no me contó lo que ahora cuento yo. Una historia escrita con sangre caliente a finales de Junio, cuando el calor aprieta en la marisma. Y así el Pabilo, sin decir el nombre del antro me contó que todo ocurrió en una venta de carretera y mala muerte situada entre Utrera y los Palacios, a finales de Junio, cuando en las tardes el calor hace hervir las aguas del bajo Guadalquivir y convierte en puchero la de los canales construidos en su día por los presos del Franquismo. El viejo Pabilo siguió largando por la boca y me contó que Benito el Conejo salió al campo aquel dia a las diez de la mañana en busca de caracoles, que lo hizo montado en su Puch Borrasca, que cogió dos talegas como de a diez kilos cada una y que empleó dos o tres horas en el asunto. Me contó también que su mujer, la de Benito, le reñiría por traer más caracoles, que estaba harta de limpiarlos y de encontrárselos hasta en el cajón de las bragas. El Pabilo me aseguró que todo esto se lo contó el mismo Benito antes de pasar lo que pasó y que él mismo, el Pabilo, presenció todo lo que aconteció después.
Después.
Después de estar varias horas sudando la gota gorda y clavándose espigas y cardos en los tobillos. Después de ladrarle perros como osos y varios mayorales llamarle la atención por saltar alguna que otra valla. Después de los temores a la regañina de la parienta. Después de todo eso vino lo gordo. A la hora de la tapa y la cerveza. O dicho por lo fino: todo ocurrió a la hora del aperitivo. Aunque en aquella venta lo que más se bebiera a esa y a todas horas fuera vino solera y mosto de Trebujena.
El Pabilo interrumpió la historia mostrando su muñeca izquierda, tocándosela con un dedo me señalaba que era la hora del vermuth y me preguntó que dónde lo invitaba a un cacharro. O dicho por lo fino, al aperitivo.
Así que nos fuimos a un lugar nada fino, al Trina, ese bar que en los años setenta era el no va más pero que se quedó anclado en el tiempo con su barra de aluminio y sus azulejos, con sus paredes preñadas por el olor a aceite requemado y a mollejas fritas. El Trina era de esos sitios en los que todo lo que está a la vista antes de verse, un instante antes, ya se ha olido. Uno de esos sitios donde los olores se pueden tocar y son parte del mobiliario.
Yo cerveza, el Pabilo pidió un "hijoputa", que es vino fino con un toque de mistela.
El vino mistela endulza el vino fino ocultando el verdadero poder del caldo y entonces entra en el cuerpo como el agua. Cuando te quieres dar cuenta, que es normalmente cuando te levantas de la silla, estás grogui y te cagas en la puta madre de la mezcla, de ahí el nombre. Las borracheras de hijoputa son como las gatas en la noche, tan sigilosas que no las ves venir.
Pero tranquilos que ya sigo con la historia, que más impaciente que vosotros estaba yo aquel día así que le di un codazo al Pabilo y le exigí que me contara qué coño le había pasado a Benito el Conejo después de coger caracoles. Tras apurar su vaso de hijoputa y señalarme con las cejas que quería otro me contó lo que sigue.
Aquella mañana el Pabilo se levantó temprano, un señorito de conocida familia ganadera soltaba en su propio "tentaero" unas vaquillas para que las torearan los alumnos de una escuela taurina, además daban paella y sardinas asadas. Y allí que se fue el Pabilo como San Fernando, unas veces a pie y otras andando. Lo hizo acompañado de "el Letras". Ante esto último le puse cara rara puesto que el Letras era un plasta y lo sabía todo el mundo. Me explicó que el susodicho le había metido en el asunto asegurándole que conocía al señorito y que allí estarían como en su casa. El único problema estaba en que teniamos que ir andando, cinco kilómetros andando, me contaba el Pabilo apurando el tercer chato y alzando las cejas buscando el cuarto. Menos mal que no le daba a los cubatas, me hubiera resultado cara esta historia. Yo cerveza.
-Pa resumir: ¿cómo coño acabaste en la venta? -pregunté ya inquieto.
Nos echaron y ni el Letras conocía al señorito ni a la vaquilla ni a naide, ni paella, ni sardinas, ni ná. Así que salimos pitando de allí y nos fuimos a la venta a por un cacharro. Y allí ¿sabes quien estaba? ni más ni menos que "el Melón". Ni más ni menos que jugándose las perras al "jinley" y ni más ni menos que perdiendo mas de dos mil duros. Con los que estaba jugándose los cuartos no se iba a meter, ya ves, el Ulloa, el Singorra y el Membrillo, como para hacerlo. Tu sabes de sobras quienes son y que sólo te hablaré del Ulloa, pues los otros dos siguen vivitos y no quiero tonterías. Sabes de lo que te hablo. Del Ulloa sabes que fue campeón de España de boxeo y que por cosas de las drogas se perdió en la calle. En fin... que con los que estaba jugándose los cuartos a las cartas no se iba a meter. Conmigo y el Letras pues tampoco, yo por canijo y el Letras por tonto el Melón no hubiera quedado muy macho ante sus amiguetes. Con Pepín, el camarero, tampoco, puesto que era gitano de familia numerosa y ya se sabe como se las gastan los susodichos ante los asuntos familiares. Así que al próximo que entrara por la puerta le tocaba la china, en este caso más que china, melón.
Y por la puerta entró Benito, tras ponerle el patacabra a su Borrasca y echarse al hombro las dos talegas de caracoles.
Entró educado el tio, siguió contando el Pabilo, con un "buenos dias señores" se plantó en la barra y pidió cerveza para quitarse las calores. De dos tragos se bebió el tubo de cerveza, aguantando sin soltar un eructo que le infló varios segundos los mofletes. Tranquilamente se puso a ojear un cartel que anunciaba un campeonato de suelta de galgos.
Y pidió otra cerveza, amable y educado el tio lo hizo con un "por favor" que sonaba hasta raro en aquella venta. En el tiempo en que se bebió la segunda me contó lo que te conté antes sobre su mujer, su salida al campo y tal. Apurado el segundo tubo se pidió otra con otro "por favor".
Sonaba Bambino, siguió el pabilo, y se puso a canturrear:

"Esa mardita paré
que separa tu vida
y la mía.
Esa marddita paré
yo la voy a rompé
algún día"

Me acuerdo porque Pepín el camarero cantaba por encima, marcando vena en cuello al final de los estribillos y en los largos quejíos de Bambino. Recuerdo que la voz de bambino, en los tonos mas altos, hasta hacia saturar los altavoces.
Fue al final de uno de los estribillos cuando la voz del melón se oyó por encima de todos los demás sonidos, Pepín se quedó a mitad del quejío:

"Y sentirte mia,
mia nada má..."

Y el Melón se levantó, directo hacía Benito y navaja en mano, que había sacado y abierto en un visto y no visto, le pidió los caracoles "pa jugárselos" al "jinley".
Benito el Conejo no pudo acabarse aquella tercera cerveza, al primer "no" que salió por su boca el otro respondió con varias "mojás" que le abrieron el pecho en canal. Se podía ver el vapor que brotaba de las heridas y de la sangre, siguió contándome el Pabilo, se podía incluso percibir el olor y el calor que soltó el cuerpo al caer sobre el suelo ya encharcado y rojo. Ya ves. Por dos talegas de caracoles al Benito le dieron boleto. El otro estuvo un tiempo "entalegao", pero ya se sabe, a los pocos años ya estaba fuera otra vez.
Benito dejó mujer y dos hijos. Tengo que decirte que su viuda no volvió a limpiar caracoles en su vida, eso sí, me contó la Amparo, íntima de la susodicha, que para acordarse de vez en vez del marido dejó cuatro o cinco en el cajón de las bragas.

Fin.

lunes, julio 28, 2008

PALO FERPECTO.

Nos sentaron en un banco de madera frente al mostrador -esperad ahí y no haced mucho ruido- nos dijo el tipo vestido con calzonas amarillas y camiseta del FC barcelona con lamparones de sudor todavía frescos en los sobacos. La madera estaba dura y fría bajo nuestros culos igual que el ambiente que reinaba allí: duro y frío.
Y todo olía como a plástico; aquel antro era un prefabricado de esos en los que te asas como un pollo en verano y te congelas como un pajarito en invierno. Además tuve claro desde que entré que si seguíamos allí mucho tiempo nosotros mismos acabaríamos oliendo también como a plástico. Aquel olor me transportó al interior de un autobús... y a mi el olor a autobús me produce arcadas.
Otro tipo vestido con chandal azul marino se acomodó tras el mostrador y empezó a hundir sus dedos porrones en las teclas de una vieja "Olivetti Studio 46", el otro, el que vestía de culé con sudor en la sobaquera, se perdió dentro de una habitación de la que sólo quedó una puerta cerrada ante nuestros ojos. Las voces nos llegaban desde el interior.
Nosotros esperábamos, calladitos, cargados de desesperanza y aburrimiento.

Cinco minutos mas tarde la animación llegaba oportuna a aquel sitio infecto y vacio de arte.
Ruido de coches aparcando fuera, voces, portazos, y entre todos los sonidos, la voz chillona e inconfundible del "Güevo".
El "Bujía" torció la cara hacía mi, nuestras miradas se encontraron y sonreímos nerviosos, después miramos al "Chícharo" que casi se había dormido recostado en el otro extremo del banco; volviendo al mundo real movió la mano derecha arriba y abajo, haciendo aspavientos, diciendo sin palabras que nos quedaba "la grande" por pasar.
El Güevo no venía solo, dos tipos, uno vestido con la equipación completa del Real Betis balompié, medias rayadas incluidas, y otro vestido como el portero Artola le hacían compañia. Uno a cada lado, sujetando cada uno de sus raquíticos brazos, el Güevo más que andar flotaba.
-Donde caben tré, caben cuatro- dijo Artola, dando una palmadita con el exterior de su mano derecha en la rodilla izquierda del Chícharo para que éste dejara sitio al Güevo en la dura y fría madera.
-Ya que la tenía calentita- dijo el Chícharo, soltando la gracia por lo bajinis.
-Zi e por ezo no te preocupe... que calentito vai a dormí- le contestó el del chandal azul marino, dejando de lado la Olivetti para encañonarnos con la mirada y demostrando que, además de ser andaluz, tenía muy fino el oído.

El ruido de una puerta abriéndose nos salvó del desprecio de aquellos ojos.
Por la puerta abierta apareció el culé con su camiseta sudada del Barsa , esta vez acompañado de dos hombres vestidos también de uniforme, eso sí, sus uniformes no eran del Barsa ni del Cádiz, ni siquiera del real Madrid, y aunque verdes tampoco eran del Betis.

...-¿A quién se le ocurre? -me preguntaba mi padre entre hostias a la salida del cuartelillo de la benemérita.
-No lo sabíamos- gritaba yo de dolor.
-¿Para qué tenéis la cabeza encima los hombros?- seguía con una de sus frases favoritas y que solía utilizar durante los cabreos.
-Que no lo sabíamos- seguía yo gritando mientras mi piel enrojecía y se llenaba de vejigones.
-¿A quién se le ocurre, joder? ¿A quién se le ocurre ir a robar a los vestuarios de un campo de fútbol cuando juegan Maderos contra Picoletos? ¿a quién joder?- acabó diciéndome mi viejo mientras un servidor iba recibiendo las últimas hostias de su niñez.

Fin.

jueves, marzo 20, 2008

SUPERMIRAFIORI.

Eran los buenos tiempos del Fun Club, ese garito rockanrolero que ayudó a que el final de los años ochenta no fuera tan aburrido allí donde yo vivía. Cada sábado, y tras ponernos "finos" cogíamos carretera Utrera-Sevilla ya bien entrada la madrugada, en busca de nuestra dosis de Rockanrol. En busca de chicas con mallas ajustadas y chupas de cuero. En busca de los Ramones y de Iggy Pop. En busca de acción.
Y fue en una de esas madrugadas cuando nos pasó lo que nos pasó. Queriamos acción y la tuvimos.
Nunca le cogí tanto cariño a algo material como le cogí a ese coche que nos llevaba aquella noche. El Seat 131 Supermirafiori del "Mili" tenía ya historia con nosotros pero aquella noche se lució, se lució tanto que nos salvó el pelllejo.
Fue a pocos kilometros de Sevilla, casi llegando a "las tresmil" y por lo tanto al anillo que supone la SE-30. Fue exactamente allí donde la actual A-376 se cruza con el nuevo cauce del Río Guadaíra tras ser alimentado por el canal de Ranilla.
El coche iba completo, el Mili conducía, yo de copiloto y detrás, si la memoria no me falla, Luis Blues, Carlitos Pamplinas y Juanito Vilves.
Nosotros... nosotros también ibamos completos; pero de priva y porros. Aunque creo, sinceramente, que nada tuvo que ver el ciegazo con lo que nos pasó;
...pues se cruzó de repente.
En cuestión de segundos estábamos parados en el arcén, alucinados, hablando todos a la vez y dándonos zamarreos unos a otros para comprobar si aquello era real, zamarreos alegres de celebración al comprobar que sí, que "aquello" había pasado sobre nosotros y que estábamos ilesos.
Ese "aquello" era una yegua blanca que, surgiendo de la nada, se estampó contra nuestro parabrisas rompiendo parte del cristal. Nos salvó el volantazo ágil del Mili y sobre todo, nos salvó la amplia parte delantera del 131 que desde aquel día pasamos a llamar Supermorrofiori. La yegua también salió ilesa, creo, perdiédose en la oscuridad que emanaba tras el arcén de la otra orilla de la carretera.
La verdad es que hace tanto tiempo que se me pierden los detalles, recuerdo que acabamos, a pesar de todo, en el Fun Club. Sé que bailamos rockanrol y que volvimos ya amaneciendo pero, sobre todo recuerdo, yo y creo que todos, el chascarrillo que le sacó Juanito Vilves al asunto ante la ingenua pregunta de Carlitos Pamplinas:

Carlitos: ¿Y a dónde iría esa yegua a estas horas?
Juanito: ¿A dónde va a ir? pues "a las tresmil".
Carlitos:¿A las tres mil? ¿para qué?
Juanito: Pues buscando caballo, coleguita, buscando caballo. Qué si no va a buscar una yegua a estas horas en "las tres mil viviendas de Sevilla".

PD: que sepais los supersticiosos que el coche era amarillo.

sábado, marzo 08, 2008

"LA POLVORA NEGRA".


Hago un descanso para brindar por mi amigo Roberto Montero Glez, el escritor. Le han otorgado el premio Azorín dotado con 68.000 euritos. A su nueva novela "Polvora negra" situada a principios del siglo veinte cuando lo del atentado de Mateo Morral. El escritor dedica esta victoria, puño izquierdo en alto, al movimiento libertario, a la gente de su blog "La trinchera cósmica" en el cual participo hace años y a la María, a la que coloca.


Uno de mis relatos, el llamado "El escritor", habla sobre él.
Que lo disfrute con salud, es un tio güena gente y lo merece.
Un abrazo.

viernes, marzo 07, 2008

UN PERRO SIN NOMBRE.


Empezaba la decada ochenta y Leño dedicaba aquello de "que tire la toalla" al presidente español Suárez, el rock inquieto y juvenil de Tequila hacía mojar toda braguita adolescente y los Burning llevaban ya varios años cantando en español para que sus letras golfas se entendieran mejor. Nacía Ronhaldino y también nacía el gran Gasol. Moría Lennon, Bon Scott e Ian Curtis, y Henry Miller, Peter Sellers y Alfred Hitchock, morían también Alejo Carpentier y Felix Rodriguez de la Fuente.
Pinochet imponía una farsa de constitución en Chile. Nacía Solidaridad en Polonia y casi 5.000 personas morían en los terremotos de Italia. Mientras, Irak invadía Irán y Reegan echaba de la presidencia USA a Jimmy Carter unos meses después de que este último boicoteara los juegos de Moscú.
Indira Ghandhi tomaba el gobierno de la India y 63 musulmanes eran decapitados en Arabia Saudí acusados de asaltar la Gran Mezquita de la Meca. En enfrentamientos de estudiantes contra las fuerzas armadas en Corea del Sur morían 2.000 civiles en nueve dias. El Real Madrid ganaba su vigésima liga, el PNV ganaba las elecciones vascas y se reconocía a Andalucía como Autonomía.

Nosotros vivíamos ajenos.

En mi barrio sólo había dos calles y era tanta la imaginación de los gobernantes de la época en que se construyó que a una le pusieron "Calle A" y a la otra "Calle B".
Y era tanta la rivalidad entre ambas calles que raro el día que no había pedradas o persecusiones, puñetazos o lloreras. Y cómo no, partidos de fútbol a muerte en los que el perdedor se iba avergonzado y con el rabo entre las patas. También nos disputábamos la custodia de un perro negro sin dueño y sin nombre al que nosotros llamábamos "Furia" y ellos "Zorro". Un perro aficionado a cruzarse con el balón en plena jugada o a enredarse entre las piernas de algún potrero a punto de chutar.
El partido-estrella entre las dos calles llegaba en junio, con la velada de San Juan; esa fiesta en la que los mayores queman en una hoguera sus malos recuerdos y en la que los niños gozan con los juegos populares, con las añejas carreras de sacos, las carreras de cintas en bici y cómo no: con el fútbol.
Y llegó el día.
Para la ocasión, los de la asociación de vecinos pintaron el campo, pusieron redes en la porterías y nos compraron camisetas de algodón de a "veinte duros". Ellos azules, nosotros de rojo. Y vaya si quedó bonito nuestro humilde "campito". Y el ambiente, no faltaba ni un padre ni ninguna madre, y los chicos mayores bebían litronas en la banda mientras se metían con "Cristóbal el Bilbaíno" que era vecino y hacía de arbitro. Aquello parecía el Maracaná. Por supuesto, y pendiente de todo bocadillo que se moviera, también estaba por allí "Furia", o "Zorro", como más os guste.
Y el partido empezó y transcurrieron los minutos. Marcaron ellos y después marcamos nosotros por dos veces. A falta de cinco minutos ganábamos dos a uno y a Cristóbal el Bilbaíno no se le ocurre otra cosa que pitar penalty en nuestra contra. El hijoputa vivía en la otra calle.
Y "Curro el Conejo" que se dispone a tirarlo. Y "Montoya el Cebolla" que se pone bajo los palos dándose aires de importancia. Todo Dios callado. Si lo marca vamos a lo penaltis y todo el barrio sabe que Montoya el Cebolla bajo los palos es más malo que un dolor de muelas. Y El Conejo coge carrerilla, y golpea el balón, y el Cebolla que se tira al otro lado totalmente engañado.
Pero entonces pasa lo que nadie espera, va "Furia", o "Zorro", como más os guste, y se cruza en el camino del balón. Y con su lomo hace una parada que ni Zamora. Los de la otra calle, jugadores y aficionados se cagan en los muertos del perro y en su puta madre, los nuestros, aplauden y sacan chistes.
Entre el jaleo y las risas se oyó una voz por encima de las demás, era Pepe el kiosquero, el tío más chistoso del barrio. Fue él, quien de forma vacilona y chulesca soltó la frase:

...ni Furia, ni Zorro, ni ostias, ese perro se va a llamar de aquí en adelante Arconada...

Y así fue.

jueves, marzo 06, 2008


LA BANDA DEL MARCAPASOS.

En cualquier parte del mundo, excepto Brasil. Año 2041.

El viejo bajó por la ventana elevadora directamente a la calle. Bajaba y subía por aquel engendro todos los días pero de vez en cuando echaba de menos las escaleras. -Quedan ya pocas- pensaba nostálgico.
Ya en la zona para peatones dejó que la acera móvil lo transportara a unos cien metros, los que había desde su casa hasta la parada de "electrotaxis".
Introdujo su tarjeta de crédito-identidad en la ranura de la puerta del vehículo, marcó su código secreto, abrió la puerta, entró, se acomodó en uno de los asientos y eligió destino. Ya en marcha, sacó de su maletín, abrió y encendió su micro-ordenador portátil buscando las noticias del día.
Todas las web de noticiarios hablaban de lo mismo en su página principal: la Banda del Marcapasos.
Nadie sabía quienes eran, ni cuántos formaban la banda, ni desde dónde operaban. No había pruebas, ni pistas. Se les quedó ese nombre porque así firmaban sus hazañas delictivas; un nombre romántico por cierto pues los marcapasos habían pasado hacía ya tiempo a la historia y sólo eran unos cachivaches en desuso comparados con los recién estrenados corazones cibernéticos. Corazones de látex, materia orgánica y micro-circuitos estrenados al mundo comercial, por supuesto sólo aptos para gente rica.

El viejo siguió leyendo las noticias y, apretando uno de los botones del panel de mandos del taxi apagó la música "tecnópera" que escupían los altavoces; quería concentrarse en la lectura.

La Banda del Marcapasos se había convertido en todo un símbolo para las clases menos pudientes. Actuaba a través de Internet y su metodología consistía en introducirse en las computadoras de grandes bancos. A partir de ahí sus artimañas no tenían límites. Su objetivo: crear caos y confusión. Podían hacer grandes transferencias, aumentar los ceros de cuentas bancarias elegidas al azar, dejar sin fondos a gente millonaria o hacer grandes donaciones. Así, la mayoría de la población vivía con la ilusión de que algún día les tocara a ellos. Así, todo el mundo ansiaba que el próximo golpe de la banda les cayera cerca. Eran muchos ya los que se habían largado a Brasil tras un golpe de la banda...pero había que irse rápido, antes de que el banco se percatara y te volviera a quitar los ceros de la cuenta corriente.

El electro-taxi llegó al destino elegido.El viejo bajó de la máquina y, tras marcar de nuevo el código secreto se hizo otra vez con su tarjeta.


El edificio al que iba pertenecía a la "Global Internet Corporation", multinacional que había absorvido a todas las grandes empresas informáticas del mundo. La gran absorción de empresas comenzó unos veinte años atrás y supuso, entre otras cosas, el despido masivo de todo elemento ajeno a los intereses de los nuevos dueños. Por supuesto pusieron de patitas en la calle a todo cargo relevante vinculado a la anterior etapa, él incluido.
Y ahora, aquellos mismos cabrones que lo despidieron lo reclamaban, veinte años más viejos, pero los mismos cabrones. Y ahora, con casi ochenta años le pedían ayuda para cazar a una banda de ladrones de bancos.
Al fin y al cabo era normal que lo llamaran, él fue uno de los pioneros; uno de los que montaron el "tinglao" informático a finales del siglo pasado. Quizás él fuera el último de su especie. Quizás todos los de su quinta estaban ya en el hoyo y por eso lo reclamaban a él.
A él precisamente.
Desde luego fue para el viejo una sorpresa, entrar en el edificio y verse de repente ante el pie de una escalera. Cuánto tiempo hacía que no subía por una. Ni lo recordaba.
Tras dar sus datos personales a una de las azafatas ésta le dijo que lo estaban esperando y le indicó donde se desarrollaría la reunión. Dado el carácter de su visita no tuvo que esperar colas ni pasar por molestos detectores de metales o explosivos.
Una vez terminados los trámites y rehusar la compañía ofrecida por la azafata, dejó a un lado la zona de ascensores y se puso a subir con paso lento las escaleras. Había tres plantas por delante
-¿llegaría? ¿qué más da? lo tenía todo hecho en la vida y había dejado a buen recaudo su secreto. Alguien más joven seguiría su labor. No por otro motivo había dedicado sus últimos años a la formación integral de un sucesor que algún día le permitiera despedirse de sus enemigos "como Dios manda". Y ese día había llegado, ellos mismos lo citaron.-
A él precisamente.
En la segunda planta paró para recobrar el aliento, la respiración no le llegaba de lleno a los pulmones y la falta de sangre en el cerebro le produjo un leve mareo. A sus casi ochenta años eran sensaciones ya de sobras conocidas. Qué carajo, llegaría arriba como fuera.

Pisado el último escalón de la tercera planta de la "Global Internet Corporation" el viejo cayó de bruces sobre el suelo del pasillo ante la mirada indiferente de varios jóvenes y trajeados ejecutivos. Nadie se acercó a socorrerlo.
Un rato después, en la comisaría, la policía desactivaba los dos kilos de explosivos que el viejo llevaba en el maletín, junto a su micro-ordenador portátil.
Y en la morgue, el forense sacaba sorprendido el marcapasos de su viejo cuerpo sin vida mientras preguntaba por quinta vez por Alfred, su ayudante.
Lo que nadie imaginaba es que Alfred, el mismo Alfred que era ayudante del forense, en ese mismo instante ya volaba en primera clase...

...por supuesto rumbo a Brasil.
Braaaasil taritotirotirorá!!!!!

viernes, febrero 22, 2008


LA MIRADA DEL CÍCLOPE BORRACHO.

Me pidió una manzanilla mirándome con su ojo bueno, el otro, el de crital, se mantenía medio cerrado y lloroso, tras limpiarlas con un pañuelo se puso de nuevo las gafas.
Estarían sonando los Ramones, o los Jam, o los Pixies qué se yo, eso
el Kiko, a pesar de sus sesenta y siete años y su amor por La Niña de la Puebla y Farina se lo pasaba por el forro, e incluso a veces, cuando estaba en la fase mas contenta de la borrachera se marcaba un conato de baile mirando a alguna chica, haciendo el payasete conseguía sacarle una sonrisa a alguna de las tantas jóvenes y jipiosas que frecuentaban "El Peligro", mi bar.

-Rubito, ¿no estará remontá? ¿cuánto hace que abriste esa botella?-
-Tranqui Kiko que la abrí ayer para mismo mamón, que ya ni te acuerdas.-
-Bueno ayer, de ayer no me acuerdo, el Ricardito me dio a fumá eso que fumáis ustedes y acabé bebiendo chupitos de güisqui con él y sus amigos los peluos.-
-Si ya te vi, si las niñas te tuvieron que llevar a casa.-

El Kiko vivía a doscientos metros del Peligro así que a menudo acababa la borrachera en mi bar, siempre venía ya cargado pues sus viejos píes de Albañil, jubilado y tuerto, no pisaban otro suelo que no fuera el de los bares, la calle y su casa.
En el apogeo de la melopea se ponía a desentonar por Machín:

"Tengo una debilidad
no sé porqué será
lo noto en tu miradaaaa"


Ya servida la manzanilla, fina y de Sanlúcar, se puso a removerla, a mirarla, a olerla, dándole por fin un sorbo y asintiendo con la cabeza.

-Está buena Rubito, está buena.-
-Buena está aquella rubia que hay en la esquina Kiko, esa si que está buena.-
El Kiko volvió la cabeza buscando a la rubia.
-Pero esa es tu novia mamón.-
-Ya, pero está buena o no está buena.-

Sin hacer más comentario sacó su cajetilla de Ducados, del negro, que del rubio no había entonces, y encendió un cigarrillo.
Tosió, maldijo y se cagó en los curas, las gafas se le empañaron del esfuerzo así que se las quitó de nuevo y las volvió a limpiar con su pañuelo de tela, de esos que ya no se usan.

-Pues el médico ma dicho otra vez que si no dejo el tabaco y el vino me muero, lleva diciéndomelo quince años pero yo aquí sigo, el problema es mi hermana que quiere que me arrecoja en mi casa y no me deja viví.-

Aparte de su hermana el Kiko estaba solo, su mujer se fue con los niños hacía ya años y acabó en Barcelona, se fue a la otra punta de España, no sé porqué pues creo que el Kiko no hubiera ido a buscarla ni a la vuelta de la esquina.
Mucho antes había perdido el ojo en alguna batalla callejera, debido a una pedrá que le propinó algún guerrero de barrio armado con tirachinas .
Era pequeño de estatura y calvo, y las arrugas de su rostro estaban impregnadas de mala vida, de humo de tabaco y putas yonquis de a quinientas pesetas la mamadita.


-Que sí Rubito, que la puta de mi hermana mestá puteando y dice que si no dejo el vino me mete en un centro para viejos, y yo antes muerto que en un sitio desos.
Fijate lo que te digo, antes dejo el vino que me dejo meter en ese lugar, esos lugares son peores que el cementerio.-
-Hombre Kiko, no sé que decirte.-

Efectivamente, no sabía que decirle.


Esa fue la última noche que lo vi dentro de un bar, dejó de venir y también de frecuentar los demás bares y tabernas de las que era parroquiano de honor.
Un mes más tarde me lo encontré por la calle, estaba más delgado y el rojo tinto de su rostro se había vuelto blanco mortecino, su andar era menos alegre.

-Hey Kiko, que alegría verte.-
-Qué pasa hombre.-Me dijo desde otro mundo.

En cierto modo me esperaba su reacción distante, como si no me conociera, estaba claro que había dejado de beber y de fumar pero también estaba claro que había dejado la memoria a un lado atiborrándose de tranquilizantes, lobotomizado por consejos de matasanos y familiares.
Olvidar para dejar de pensar en los buenos momentos, en los días de vino y charla con codo en barra, olvidar el olor y la alegría de los bares para hacer más llevaderos los últimos momentos, sin vino, sin tabaco, sin la anestesia al dolor que te proporciona un coño.

Mientras se liaba un canuto Ricardito me lo contó, tras la primera calada sus palabras cruzaron el humo gris y dulce del cannabis hasta llegar a mis oidos, habían pasado dos meses desde mi encuentro con el Kiko en la calle, un hecho tan sencillo pero imposible de repetir.
El Kiko había muerto.

Fin.

lunes, febrero 11, 2008

EL ESCRITOR .I

Huyendo de las cucarachas y la humedad, a finales de septiembre, cuando todos se van y los mercaderes del techo veraniego han calmado el hambre de sus cuentas bancarias acabé viviendo en las Casas Amarillas de la playa, terraza al mar, piscina y tranquilidad invernal, eso sí, era un sitio caro aún en invierno y habría que compartir la casa con "Pelopincho", un compañero de trabajo, un tipo realmente curioso.

Nuestra terraza daba a poniente así que las tardes se fueron haciendo mágicas, sacar los altavoces, un libro , fumar, el placer allí se multiplicaba a cada rayo de sol.
Conocimos a algunos vecinos, cuatro gatos en Invierno que se cagaban en la puta madre de todo Dios en Verano.
Pero entre los vecinos estaban Güido, un italiano buena gente y su novia Mariluz, una española también muy buena gente además de guapa.
Las partidas de ajedrez con Güido eran momento especial, fumando porros en nuestra querida terraza dábamos Jake Mate a la tarde, al sol.
Para mi felicidad, Mariluz deseaba aprender la ciencia de los escaques y me tomó como maestro, la guapa Mariluz.

Un poco más separada estaba la casa de Roberto, no le conociamos pero nos habían dicho que era escritor, un escritor de verdad, con novelas editadas y traducidas a otros idiomas.
Vivía con su mujer, Clara, una guapa morena de cuerpo estilizado y andares llenos de curvas.

Los conocí de casualidad, en una comida a la que me invitó mi amiga Marina y a la que también estaban ellos invitados. Conocerlos fué todo un hallazgo.

A partir de ahí el escritor empezó a pasar por casa, atraído sobre todo por mi colección de discos, a cambio de ellos nos regalaba momentos especiales y frases lúcidas.
Ese tipo era una enciclopedia, pero lo mejor de todo es que era una enciclopedia extremadamente divertida.

Cuando se iba de casa después de haber estado un rato vicheando discos, nosotros nos quedábamos riéndonos, comentando sus paridas y preguntándonos cómo una cabeza podía tener aquellas ocurrencias.
En ese momento eramos conscientes de su talento especial, hartos de ver en los medios de comunicación a escritores aburridos y carcas nos encontrábamos con aquello, y en nuestra propia casa.
Mis visitas a su hogar también empezaron a producirse, tenían unos horarios totalmente nocturnos y la casa estaba llena de libros, películas y discos.
Me avergonzaba un poco que un tipo que no era andaluz supiera infinitamente más que un servidor sobre flamenco, qué cojones, habrá que ponerse al día, habrá que presentarle respeto a los monstruos del cante, el toque y el baíle.
Hace unos días, ahora que llevo casi dos años viviendo en otro sitio y por tanto casi dos años sin verlos.
Decía que hace unos días, viendo la película Flamenco de Saura me acordé de él, me acordé de él durante toda la película y me acordé aún más cuando salió Ruben Dantas, con Paco de Lucía y demás monstruos.
Deseé que hubiera estado aquí, compartiendo la película, por el simple placer de aprender divirtiéndome, que es la única forma de aprender que yo conozco.

Mis saludos a esa familia.

SEGURAMENTE CONTINUARÁ...SI LA MUERTE ME SIGUE PERDONANDO.
EL ESCRITOR. II

Por aquel entonces un servidor trabajaba de albañil, trabajo gris pero lleno de artistas y de arquitectos sin título, yo no era artista, ni arquitecto, pero no había otra cosa y esnifaba polvo de ladrillo por dinero, el puto dinero.
Lo peor que tienen estos trabajos es que llegas a casa sin ganas de nada y con el olor a cemento impregnado en la piel, en cada surco de la piel.
Por no hablar de las manos o los pelos, desde los de la cabeza hasta los de la nariz, no he visto nunca polvo más adherente a la pelopiel que el cemento.

Como decía, por aquel entonces curraba de albañil y el escritor lo sabía.
Así que cuando su casero le cortó el agua vino a buscarme, me cogió volviendo del trabajo, rebosado cual croqueta calcárea y ya casi en el umbral de mi casa.

-Hey vecino necesito un fontanero, el maricón de mi casero me ha cortado el agua, es que ya sabes, me quiere echar y eso.-

-Roberto , no se si sabes que encontrar a un fontanero disponible es más difícil que cantar por Toronjo. El que nos trabaja a nosotros trabaja también de policia municipal y pa cogerlo libre hay que echar instancias.Sí, ya sé, antes los municipales tambien te vendían seguros, ahora son hasta fontaneros.

-Bueno tío, ya veré lo que hago, es que el hijoputa me ha cortado también la luz, en fin, ya te cuento.

Sentí no poder ayudarle y es que en verdad yo no tenía ni puta idea de fontanería, ni siquiera de albañilería. En ese momento yo sólo tenía idea de dónde estaba mi casa, mi ducha y mi sofá.Menos mal que ya era viernes.
Se fué mascullando algo ininteligible sobre un "maricón hidroélectrico".

Ese día me dí cuenta de que mi estimado vecino duraría poco en ese barrio.

Esa noche hicimos una fiesta improvisada, Pelopincho, unas amigas y yo nos desmadramos de lo lindo, a las tres de la mañana apareció la policía.

Acabada la fiesta me dí cuenta que nosotros, irremisiblemente, también durariamos poco en ese barrio.

Fin....por ahora.

Y tranquila...no te diré "te quiero" cuando nos separemos.