jueves, marzo 06, 2008


LA BANDA DEL MARCAPASOS.

En cualquier parte del mundo, excepto Brasil. Año 2041.

El viejo bajó por la ventana elevadora directamente a la calle. Bajaba y subía por aquel engendro todos los días pero de vez en cuando echaba de menos las escaleras. -Quedan ya pocas- pensaba nostálgico.
Ya en la zona para peatones dejó que la acera móvil lo transportara a unos cien metros, los que había desde su casa hasta la parada de "electrotaxis".
Introdujo su tarjeta de crédito-identidad en la ranura de la puerta del vehículo, marcó su código secreto, abrió la puerta, entró, se acomodó en uno de los asientos y eligió destino. Ya en marcha, sacó de su maletín, abrió y encendió su micro-ordenador portátil buscando las noticias del día.
Todas las web de noticiarios hablaban de lo mismo en su página principal: la Banda del Marcapasos.
Nadie sabía quienes eran, ni cuántos formaban la banda, ni desde dónde operaban. No había pruebas, ni pistas. Se les quedó ese nombre porque así firmaban sus hazañas delictivas; un nombre romántico por cierto pues los marcapasos habían pasado hacía ya tiempo a la historia y sólo eran unos cachivaches en desuso comparados con los recién estrenados corazones cibernéticos. Corazones de látex, materia orgánica y micro-circuitos estrenados al mundo comercial, por supuesto sólo aptos para gente rica.

El viejo siguió leyendo las noticias y, apretando uno de los botones del panel de mandos del taxi apagó la música "tecnópera" que escupían los altavoces; quería concentrarse en la lectura.

La Banda del Marcapasos se había convertido en todo un símbolo para las clases menos pudientes. Actuaba a través de Internet y su metodología consistía en introducirse en las computadoras de grandes bancos. A partir de ahí sus artimañas no tenían límites. Su objetivo: crear caos y confusión. Podían hacer grandes transferencias, aumentar los ceros de cuentas bancarias elegidas al azar, dejar sin fondos a gente millonaria o hacer grandes donaciones. Así, la mayoría de la población vivía con la ilusión de que algún día les tocara a ellos. Así, todo el mundo ansiaba que el próximo golpe de la banda les cayera cerca. Eran muchos ya los que se habían largado a Brasil tras un golpe de la banda...pero había que irse rápido, antes de que el banco se percatara y te volviera a quitar los ceros de la cuenta corriente.

El electro-taxi llegó al destino elegido.El viejo bajó de la máquina y, tras marcar de nuevo el código secreto se hizo otra vez con su tarjeta.


El edificio al que iba pertenecía a la "Global Internet Corporation", multinacional que había absorvido a todas las grandes empresas informáticas del mundo. La gran absorción de empresas comenzó unos veinte años atrás y supuso, entre otras cosas, el despido masivo de todo elemento ajeno a los intereses de los nuevos dueños. Por supuesto pusieron de patitas en la calle a todo cargo relevante vinculado a la anterior etapa, él incluido.
Y ahora, aquellos mismos cabrones que lo despidieron lo reclamaban, veinte años más viejos, pero los mismos cabrones. Y ahora, con casi ochenta años le pedían ayuda para cazar a una banda de ladrones de bancos.
Al fin y al cabo era normal que lo llamaran, él fue uno de los pioneros; uno de los que montaron el "tinglao" informático a finales del siglo pasado. Quizás él fuera el último de su especie. Quizás todos los de su quinta estaban ya en el hoyo y por eso lo reclamaban a él.
A él precisamente.
Desde luego fue para el viejo una sorpresa, entrar en el edificio y verse de repente ante el pie de una escalera. Cuánto tiempo hacía que no subía por una. Ni lo recordaba.
Tras dar sus datos personales a una de las azafatas ésta le dijo que lo estaban esperando y le indicó donde se desarrollaría la reunión. Dado el carácter de su visita no tuvo que esperar colas ni pasar por molestos detectores de metales o explosivos.
Una vez terminados los trámites y rehusar la compañía ofrecida por la azafata, dejó a un lado la zona de ascensores y se puso a subir con paso lento las escaleras. Había tres plantas por delante
-¿llegaría? ¿qué más da? lo tenía todo hecho en la vida y había dejado a buen recaudo su secreto. Alguien más joven seguiría su labor. No por otro motivo había dedicado sus últimos años a la formación integral de un sucesor que algún día le permitiera despedirse de sus enemigos "como Dios manda". Y ese día había llegado, ellos mismos lo citaron.-
A él precisamente.
En la segunda planta paró para recobrar el aliento, la respiración no le llegaba de lleno a los pulmones y la falta de sangre en el cerebro le produjo un leve mareo. A sus casi ochenta años eran sensaciones ya de sobras conocidas. Qué carajo, llegaría arriba como fuera.

Pisado el último escalón de la tercera planta de la "Global Internet Corporation" el viejo cayó de bruces sobre el suelo del pasillo ante la mirada indiferente de varios jóvenes y trajeados ejecutivos. Nadie se acercó a socorrerlo.
Un rato después, en la comisaría, la policía desactivaba los dos kilos de explosivos que el viejo llevaba en el maletín, junto a su micro-ordenador portátil.
Y en la morgue, el forense sacaba sorprendido el marcapasos de su viejo cuerpo sin vida mientras preguntaba por quinta vez por Alfred, su ayudante.
Lo que nadie imaginaba es que Alfred, el mismo Alfred que era ayudante del forense, en ese mismo instante ya volaba en primera clase...

...por supuesto rumbo a Brasil.
Braaaasil taritotirotirorá!!!!!

1 comentario:

Tani@ dijo...

Y esta joyita la he encontrado rebuscando... no me cuadra la fecha de creación. A ver si me explicas el milagro.... Besos